martes, 31 de octubre de 2017

DIARIO DE UN SUPERVIVIENTE

DÍA 7

Un último esfuerzo” 
Me dice alguien sabedor de que yo ya soy incapaz de darme aliento a mí mismo.

Siento que voy dando pasos incoherentes por una improvisada pasarela que desemboca en el abismo. Soy un funambulista sin red, un funambulista que no sabe de dónde viene ni a dónde va, sobre una invisible cuerda en medio de la nada, sin un lado ni otro.

Caigo rendido.
La noche acaba.
Todo parece acabar.

Estoy cerca, lo percibo con la luz del nuevo día. Veo, tumbado en la arena, mis propias huellas que vienen hacia mí, y aunque han sido cubiertas por los alisios vientos, sé que son profundas, hechas por alguien hace tan sólo dos días, en el principio de un viaje, cuando aún las fuerzas eran amigas de la esperanza y pisaban fuerte.

Ahora la esperanza es la que me arrastra sobre ellas, borrándolas con mi maltrecho cuerpo.
No me equivoco. Siento ambiente humano en la lejanía. Sí, el viajero regresa.
Descubro en sus caras quizás el reflejo de la mía. Rostros y cuerpos que al parecer están de tránsito en esta vida. Miradas perdidas que se encuentran con ojos expectantes en mí.

Casi no puedo respirar.

Noto la ausencia de varios entre el pequeño tumulto que me recibe. No son más de quince, y entre ellos, tan impacientes, invitándome entre ruegos a hablar, están los que partieron en las otras direcciones, al parecer, sin éxito.

Hay silencio.
Los miro uno a uno.
Suplican.
Y en un susurro imperceptible oigo que digo

–“Hay… hay esperanza…”.

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